Tengan ustedes muy buenos días, leidis y llentelmanes.
Empezaré este post contándoos que estuve de viaje hace poquito. El jueves pasado tuve la suerte de poder escaparme a Donosti acompañado por la que me despierta a base de besos por la mañana (que es la misma que la que me lleva al reino de los sueños a base de abrazos por la noche). 'Pequeña' nunca estuvo antes en S.Sebastian y ha tenido la desgracia de tenerme a mí como guía (y yo la suerte de tenerla a ella localizando en cada instante dónde estaba el mar). Recorrimos la ciudad de izquierda a derecha y viceversa bajo un techo de bonitas nubes grises y espesas que, implacables, han descargado agua sobre nuestras cabezas los cuatro días que allí estuvimos. Nos hospedamos en un hotel a los pies del Monte Igueldo y a treinta segundos de la playa de Ondarreta, separada de la de la Concha por un pequeño cabo. El mar del norte, más bonito que nunca (adornado por los tres colores que reinan tus ojos) nos regalaba olorosas olas altas y elegantes. Comimos de todo y todo rico, bebimos de casi todo y todo divertido. Partimos hacia Francia el sábado para poder ver Biarritz y buscar un poco de Sol. Es un pequeño pueblo costero a muy pocos kilómetros de la frontera con España que aconsejo visitar. Vimos de manera fugaz Hondarribia y rodamos por la carretera que bordea la costa de Euskadi dejando a nuestra derecha el mar... y a nuestras espaldas cualquier tipo de preocupación.
Muchas gracias, pequeña, por haberte compartido conmigo, por hacerme reír, estremecer, olvidar... por hacerme descubrir... por hacerme en general... por ti y por todo y por hacerme soñar.
P.D. Ayer estuve viendo a Miguel Bosé (yo en mi línea, que ya me sabéis fan de Mecano, etc) en las fiestas de Fuenlabrada y, oigan, pedazo de concierto gratuíto que se marcó este pedazo de gentleman. Se sobró y nos dió momentos memorables. Un tío grande este Miguel.