viernes, 11 de enero de 2008

Cobardes.

Hace mucho tiempo que algo que haya visto no me ha sentado tan mal como lo que por desgracia hoy me he visto obligado a sentir. Al ir a entrar en el metro, y mientras el repartidor del ADN extendía su periódico hacia mi, un sonido terrible de ruedas quemándose en el asfalto ha hecho que girase la cabeza en dirección a la carretera, haciéndome testigo de un atropello brutal. Un coche grande, del que por desgracia no sé ni marca ni matrícula ha embestido a una señora de unos 60 años arrastrándola por la carretera unos cuantos metros y sin pensárselo se ha dado a la fuga. Dios mío, ójala hubiese podido coger esa matrícula o salir corriendo tan rápido como para alcanzar el coche, abrir la puerta del conductor y dejarle en coma a base de patadas en la cabeza al maldito hijo de puta (porque no tiene otro nombre, aunque su madre no tenga la culpa), aunque supongo que ha sido mejor correr hacia la señora para socorrerla. No voy a dar detalles escabrosos aunque los haya habido, porque no los quiero recordar. La policía y la ambulancia han tardado en llegar y deseo con todas mis fuerzas que aquella señora que susurraba el nombre de su hijo mientras yo esperaba a la ambulancia a su lado esté bien.
Estoy harto de que haya este tipo de cobardes desgraciados en coche por la vida. Ójala los exterminasen.

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