domingo, 2 de marzo de 2008

Sigue.

Quizá desde la entropía que me otorga lo mercúrico me revuelvo dentro de la divalencia como una alimaña sin saber a qué coeficiente aferrarme. Tan rápido y tan nimio como la muerte de una duna en las manos agónicas del viento nervioso. Con gesto aerodinámico, sin querer cerrar los ojos ni para dormir. La velocidad atómica aumenta con cada zancada, con cada latido, como Mercurio que lame sin pausa la piel del Cromo. Y si lo sopeso la erosión de la mirada que no se mira a sí misma aparece como el peso del poseso que un día empezó a caminar y sólo paró cuando estuvo muerto. El Mercurio no se detiene, se desmoleculariza con cada zancada, con cada latido, con cada mirada atrás. Hasta que su holocausto entrópico le deja sólo (muerto) como sólo los muertos lo están.
Mis válvulas bombean mercurio, mercurio que no se detiene, que se desmoleculariza con sus ganas de avanzar a toda costa por encima de un lo que sea. Y, aunque sea espejo, tiene la mirada del que no se mira a sí mismo para así poder seguir adelante sin parar porque no existen reductos que le puedan calmar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tío... a veces dices cosas raras... lo has hecho toda la vida, pero esas cosas... la mayoría de las veces molan.

¡Deja de currar tanto!

;)

Alcaudón dijo...

Cierto... llevo toda mi vida diciendo cosas raras... pero bueno, qué te voy a contar... (me mola que te molen).
No va a ser por el curro...

Y a ver si nos vemos prontoooo!!!