jueves, 8 de noviembre de 2007

Polar Bear


Buenos días, por decir algo. Duro despertar y no es de extrañar pues trabajar casi 12 horas tres días consecutivos no debe ser muy bueno para la salud. Viniendo al trabajo en el 'fantástico' metro de Madrid he traspasado las puertas del Reino de Morfeo y he tenido la ocurrencia de tomarme un café con él con la mala suerte de salir de su casa y despertarme en la parada de Peñagrande. Al menos he dormido un poco más.
Me da la sensación de estar adentrándome en una especie de rara melancolía. Llevo un tiempo con unas ganas terribles de escapar a algún lugar indefinido. Más bien tengo ansia por ver al gran sabio que se fué a hacer las Finlandias. Necesito hablar con él mientras noto su mirada y escucho su voz real y no una articulación telefónica. Cara a cara, ver cómo sonríe, que me haga cosquillas, verle los ojos tan profundos como lo es su entendimiento de mi persona. Oírle un "are you talking to me?" o que me llame punkarras. Bailar con él, que si no no tengo ganas de hacer tanto el chorra... le conozco desde hace... ¿cuánto?, ¿ocho o nueve años?... no lo recuerdo. Tampoco recuerdo desde cuando es imprescindible en mi vida. Pero sí que sé cuándo me abrazó por última vez y me prometí seguir notando ese abrazo hasta que le volviese a ver. Es el muro de contención del concepto que tengo de muchas cosas, entre otras de mí mismo. Es el Oráculo al que consultar. Es más grande por dentro que por fuera (y con eso digo mucho). Es muchas cosas. Una especie de Gandalf, siempre necesario para el desenlace, para la solución.
Bueno, creo que ya basta de ponernos tontorrones. Te dedico este post, te dedico mis mejores sentimientos porque te mereces todo lo bueno que se pueda decir de una persona. Más quisiera el 98% de la población mundial ser como tú. Un besazo.
Quiero que esté aquí y ahora, pero lo que pasará es que iré allí más tarde.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya, de este post ha pasado ya casi una semana; y lo sigo leyendo día tras día, con la misma sorpresa y entusiasmo, como si fuese, para mí, la entrada nueva de cada día. Y aún me queda. Lectura tras lectura, disfrute tras disfrute, siempre descubro regocijo nuevo en alguno de sus rincones con el que irme de la mano con Sandman al más allá, tranquilo y sosegado. Y es que éste puede que sea un post que pasará a la historia de las entradas antiguas, pero para mí se ha convertido en el timón de mi ansia por volver a abrazar a aquellos que quiero y están, simplemente, lejos.

Gracias (snif snif). Pronto estamos.