viernes, 1 de febrero de 2008

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Todos hemos deseado alguna vez escapar. Irnos. Nunca se sabe a dónde y es que da igual, porque el caso es, de alguna forma, huir. Y a veces no hace falta ningún 'por qué'... sólo es una sensación que te va despellejando y que aparece de forma imprevisible como una avalancha de ansia, de angustia... Es intermitente... quizá mañana todo será distinto, o todo será peor, o todo no será nada. O todo lo que piense ya no tendrá ningún sentido para mi y puede que tropiece hasta con mi maldita sombra. Puede que disimule que todo va bien. Que me escurra con mis lágrimas o que me las beba en una botella de whisky. O sencillamente puede que no pueda más. Puede que tenga ganas de arrancarme la cabeza con mis manos, mirar como la sostengo, y tirarla a la basura para que al menos no pasen hambre las ratas.
El problema es interpretarnos, concluir postulados de cómo o de por qué hay "cómos" y "por qués". Que todo es un 'ser o no ser' shakespeariano enfrentado a la rueda nietzschiana de cómo querer vivir, sentir, pensar... el vacío existencial abruma con su todo relativo. Y la desolación que escribo es el fruto de la insatisfacción que siento, pero no sé por qué hoy, por qué ahora y puede... que mañana sea distinto, que regrese a mi garganta las ganas de enderezar la cabeza con el cuello. Dejarme llevar... eso es.

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